La privacidad de WhatsApp la convierte en la herramienta ideal para crear fake news durante las elecciones
Parte del hermetismo de WhatsApp como herramienta de comunicación política durante las elecciones es lo difícil que es, tanto para investigadores como para periodistas, acceder a la información que distribuyen los partidos políticos.
Sin ir más lejos, Facebook, dueña de la aplicación de mensajería, anunció hace unos días que no permitirá a los partidos políticos españoles hacer uso de esta aplicación para difundir mensajes masivos de forma automatizada durante la campaña de las elecciones del 10 de noviembre.
(…) la viralidad de los mensajes de WhatsApp sigue estando asegurada
“Se trata de un revés para los partidos políticos que quieran enviar mensajes masivos entre los más de 25 millones de usuarios de WhatsApp en España. Pero, no es un jaque mate. Si los partidos son capaces de ‘capilarizar’ sus mensajes entre sus afiliados y generar una estructura piramidal en la que los miembros de unos grupos reenvían sus mensajes a otros grupos, la viralidad de los mensajes de WhatsApp sigue estando asegurada”, advierte Hervé Lambert, Global Consumer Operations Manager de Panda Security.
El tráfico de Facebook no deja de caer a escala mundial, principalmente entre las generaciones más jóvenes, como la millennial o la zeta, según el último estudio realizado por The Global Internet Phenomena Report. Y parece que la comunicación política, aunque sigue siendo muy activa en Facebook e Instagram, es mucho más efectiva desde WhatsApp.
Información cifrada: arma a doble filo
En gran parte, se debe a la privacidad que ofrece el cifrado de toda la información que se envía desde las cuentas privadas de la aplicación de mensajería instantánea. Justo esta gran ventaja para la seguridad de los usuarios, se ha convertido en la herramienta perfecta para esquivar el escrutinio del regulador y de los medios de comunicación.
Es decir, no hay forma de saber si los partidos políticos siguen emitiendo información durante la jornada de reflexión que, tradicionalmente, se ha dejado para que los votantes dejen de percibir propaganda y puedan votar sin inputs directos. Lo mismo pasa con la desinformación. No se puede saber si un partido u otro está vertiendo noticias falsas a la red, ya que no se puede hacer una auditoría con la que saber el origen de un mensaje.
Por tanto, aunque WhatsApp haya cerrado los canales oficiales de los partidos políticos para evitar la intoxicación mediática, esta medida no soluciona el problema. Pues los partidos políticos son capaces de viralizar mensajes sin la necesidad de automatismos.
Los bulos de las capturas de pantalla
Aunque muchos de los mensajes que se difunden en WhatsApp surgen de forma espontánea al compartir links de noticias web, otros muchos hacen ‘capturas de pantalla’ de lo que ven en las redes sociales -como Facebook o Twitter- para compartirlas en la app de mensajería instantánea; vitalizando el mensaje que, en muchas ocasiones, es una noticia falsa.
Esto lleva directamente a la generación de noticias falsas a través de WhatsApp: “Es verdaderamente fácil generar fake news desde WhatsApp, ya que con conocimientos básicos de Photoshop o cualquier otro programa de edición de imágenes, se puede falsear noticias y viralizarlas”, advierte Hervé Lambert.
Además de estos peligros, existe también el riesgo de la suplantación de identidad de los dirigentes políticos. Ya que es muy sencillo cambiar el nombre de un contacto -suplantando la identidad de alguien- para falsear una conversación. Una práctica que ya se ha utilizado en las elección de India, según han advertido investigadores de Columbia Journalism Review,
Si, por ejemplo, enviamos un mensaje a un amigo con un tono insultante sobre algún tema polémico durante la campaña, tu amigo sólo tiene que cambiar nuestro nombre en su agenda de contactos por el del presidente del Gobierno o el del jefe de la oposición. Al hacer una captura de pantalla de ese mensaje, esta fake new se podría hacer viral en cuestión de minutos. Es aquí donde, además de la regulación de las redes sociales como herramientas políticas, entra en juego el uso el sentido común para detectar qué noticias son falsas y cuáles reales.