En Estados Unidos la ley ya permite que los robots de entrega a domicilio puedan circular en siete de sus cincuenta estados. Y desde hace algunos días, Amazon comenzó una prueba piloto con estos robots para repartir paquetes en la ciudad de Seattle.
Al contrario de lo que pasó con los drones de entrega que quería lanzar la compañía estadounidense, al tener ruedas, estos robots lo tienen mucho más fácil para convertirse en algo habitual en todas las ciudades del mundo. Al principio generarán algo de incertidumbre, como ya le ha pasado a otras tecnologías disruptivas para la fisionomía de las ciudades, como los patinetes eléctricos.
Pero, lo más probable es que tarde o temprano, se convertirá en algo habitual en todas las ciudades de todo el planeta. También cabe la posibilidad de que acaben siendo un fiasco como las Google Glass, que no llegaron a convertirse en un ‘hype’ como fueran los smartphones, o como los drones para la entrega a domicilio, que por problemas regulatorios relacionados con la seguridad aérea no llegaron a modificar la estructura de nuestras ciudades.
Aun así, todo apunta a que los robots sobre ruedas para la entrega de paquetes a domicilio han llegado para quedarse. Según la consultora McKinsey, este tipo de robots generará en los próximos años un mercado de la nada desdeñable cuantía de ochenta mil millones de dólares. Por ello, ya hay muchas compañías que se han lanzado de lleno a vender robots autónomos sobre ruedas, capaces de circular por la calle entre los peatones o coches para entregar cualquier cosa en tiempo récord.
Pese a las inversiones multimillonarias que se están llevando a cabo para el desarrollo de estos robots, siguen siendo vulnerables en lo que respecta a la ciberseguridad. “Es importante tener en cuenta que, cuando una tecnología se hace de uso muy masivo o se va a distribuir y usar masivamente, en sí mismo es una llamada a los ciberdelincuentes para que vuelquen todos sus esfuerzos en encontrar vulnerabilidades y llevar a cabo su cometido. Así, consiguen sacar rendimientos económicos en forma de robos y extorsiones ”, advierte Hervé Lambert, Consumer Global Operations Manager de Panda Security.
Aunque sabemos que las compañías que desarrollan estos aparatos de un futuro verdaderamente cercano que se toman muy en serio la seguridad, es crucial entender las vulnerabilidades de estos robots. Por ello, “hay que pedir un esfuerzo muy importante a toda la Industria para que se asegure que toda la parte de securización de los procesos, que se trate la seguridad como una parte vital e imprescindible”, añade Hervé Lambert.
El funcionamiento de los robots repartidores será muy similar al de los coches autónomos. Es decir, al introducir una dirección, el ordenador que lo dirige, será capaz de guiarlos hasta su destino evitando cualquier obstáculo. Por tanto, estas máquinas serán, bajo cualquier punto de vista, robots conectados a Internet. Y como cualquier máquina con un disco duro y que, además, tiene conexión a Internet, puede ser hackeado.
Las posibilidades de atacar a estos robots repartidores es tan infinita como la imaginación humana. Si unos hackers consiguiesen acceder al sistema operativo de uno de estos robos, les resultaría relativamente sencillo cambiar la dirección de entrega de un paquete, confundirlos con los semáforos, o incluso indicarles que choquen contra algo o alguien.
De hecho, un estudio de la Universidad de Washington desvela que cualquier robot, ya tenga ruedas o no, es realmente fácil de hackear. Principalmente, aquellos que están programados con un común software de código abierto llamado ROS (por sus siglas en inglés Robot Operating System) carecen de funciones de seguridad básicas.
De este modo, los investigadores lograron ‘engañar’ al sistema operativo de varios robots para hacerles dudar sobre la identidad del hardware que tenían instalado. Es decir, le decían al robot que, por ejemplo, la cámara que tenía instalada no era real, sino un código malicioso que estaba simulando ser una cámara de fotos. Una vez cometido el ‘engaño’ el robot daba, literalmente, permiso para que los responsables del estudio lo pirateasen.
Pero no hace falta ser tan sofisticado ni saber programar para hackear uno de estos robots para la entrega a domicilio. Si unos delincuentes consiguen localizar los sensores e temperatura de una de estas máquinas, podrían hacerle creer que hace mucho frío aunque estén circulando a las tres de la tarde en agosto en la ciudad de Madrid. Por tanto, podrían hacer que sus circuitos se fundieran o incluso hacer que la carga que transportan se eche a perder si se trata de algún producto perecedero.
Y a todos estos riesgos hay que añadir la posibilidad de convertirlos en auténticos caballos de Troya. Al igual que se hace con la técnica del phishing creando webs que imitan a la perfección a las páginas de empresas de confianza, los ciberdelincuentes podrían construir robots que emulen ser de grandes tiendas online o de empresas de reparto.
Con esta técnica de phishing offline, los delincuentes podrían entrar en casas ajenas haciéndose pasar por el repartidor a domicilio. Una vez hubieran entrado en la casa de la víctima, la cantidad de ataques a perpetrar volvería a ser tan infinito como la imaginación humana. Así, unos hackers podrían generar falsas redes wifi desde estos robots para que circulasen por la ciudad y engañar a los viandantes para que entren en ellas y poder robar toda su información, o incluso podrían entrar en una casa o un centro comercial y detonar algún explosivo.