Aunque todos estamos más que advertidos de lo poco sensato que es subir imágenes y vídeos de menores en redes sociales, por desgracia sigue siendo importante recordarlo. Compartir imágenes de tus hijos en Instagram, Facebook o TikTok puede suponer importantes riesgos para ellos. Exponerles en el medio online entraña peligros que no se deben pasar por alto.
El primer cumpleaños, las vacaciones en la playa, su risa, sus primeros pasos… Todos son recuerdos que muchos padres quieren inmortalizar y compartir a través de las redes sociales sin advertir de las consecuencias que puede ocasionar esta aparente acción inocente. Y, aunque la mayoría de padres sabe que deben respetar los derechos digitales de sus hijos e hijas, les es muy difícil evitar la tentación de presumir de sus retoños a través de las redes y exponerles con orgullo tras la típica excusa del ‘quién va a querer usar las fotos de mis hijos, si yo no soy nadie importante’. Tanto, que diversos estudios apuntan a que el 75% de los padres publica imágenes de sus hijos en redes al menos una vez al mes, y el 66% de los casos de fraude de identidad en jóvenes proviene de información compartida a través del sharenting. Un dato que no sorprende tanto si se tiene en cuenta que 8 de cada 10 padres tienen seguidores en sus redes que no conocen.
Precisamente sobre los peligros que entraña publicar de manera descuidada las imágenes de niños y adolescentes versa una campaña de la empresa de telecomunicaciones Deutsche Telekom titulada ‘ShareWithCare’ y que ahora vuelve a cobrar especial protagonismo con los avances de la inteligencia artificial generativa y el desarrollo del Deep Fake.
El llamado ‘sharenting’ es una práctica en la que los padres comparten fotos, vídeos y detalles de la vida de sus hijos en el medio online y que expone a los menores a la creación de perfiles falsos, a la piratería, al reconocimiento facial y/o de voz, al grooming, a la pedofilia y a otras tantas amenazas a la privacidad y a la seguridad.
Riesgos
Invadir la intimidad de los menores no sólo puede afectar a su futura identidad digital, sino también a su actual reputación.
Imágenes graciosas, e incluso comprometedoras, de los más pequeños pueden ser utilizadas como memes para el ciberacoso y el bullying. Provocando al menor una situación difícil e incómoda que puede derivar en importantes consecuencias. Según el estudio realizado por Panda Security, alrededor del 7,5% de los encuestados afirma que sus hijos e hijas han sufrido alguna vez ciberacoso. Y, aunque hay un 37% de españoles que dice ‘haber dejado que su hijo se defendiera solo’. El mismo porcentaje considera que la mejor opción es actuar e, incluso, poner el caso en manos de la policía. “En función de la gravedad, ponerlo en conocimiento de las autoridades competentes es siempre la vía correcta. Ya sea el centro educativo o, directamente la Guardia Civil. Pero lo más importante es atender a la víctima desde el inicio, desde que se detecta el problema. Con acompañamiento familiar y psicológico, y con otras herramientas tecnológicas necesarias para bloquear nuevos ataques”, explica Hervé Lambert, Global Consumer Manager de Panda Security. .
Grooming
Y es que el acoso no sólo lo pueden ejercer menores contra menores, también hay veces que implica a un adulto. Cuando esto pasa se produce lo que se conoce como grooming, una situación alarmante y delictiva que se refiere al hostigamiento de un adulto a un menor en redes con el fin de ganarse su confianza para involucrarle, a la larga, en alguna actividad de carácter sexual. Un proceso en el que el delincuente va aislando a la víctima de su círculo de confianza y generando un ambiente de secretismo e intimidad. Haciéndose pasar, normalmente, por alguien de su edad y utilizando los datos que ha conseguido a través de las imágenes y vídeos compartidos.
Este tipo de violencia, que parece de ciencia ficción, no lo es tanto, ya que, según el informe Violencia Viral de Save the Children, uno de cada cinco jóvenes de entre 18 y 20 años asegura que durante su infancia sufrió algún tipo de acoso online y el 15% en más de una ocasión.
El grooming también puede derivar en extorsión. Cuando la confianza entre acosador y acosado llega a un punto íntimo se puede producir lo que se conoce como sextorsión, que es una forma de chantaje en el que el atacante amenaza a la víctima para que realice algún tipo de acción o pague alguna cantidad de dinero con el fin de no hacer públicas ciertas imágenes con connotación sexual que previamente le ha enviado.
Abuso sexual
Los contenidos que se comparten en redes también pueden ser usados de forma fraudulenta sin autorización y ser manipulados para volver a subirse a Internet. Pueden ser utilizados para campañas publicitarias, por ejemplo, o para otros propósitos más oscuros.
Una vez compartida, esa imagen escapa al control del que la ha subido y puede convertirse en algo público, a todos los efectos. También cuando se trata de delitos de carácter sexual. Y es que en un 72% de los casos de agresores sexuales penados había imágenes cotidianas de menores no sexualizadas, según el informe Perfil del detenido por delitos relativos a la pornografía infantil.
Además, muchas de las imágenes y vídeos que se suben a la Red contienen datos de localización. Estos permiten que se sepa dónde están nuestros hijos e hijas en todo momento.
Consecuencias a futuro
Lo que se comparte en la Red deja una huella digital que acompañará siempre al menor. Y, a futuro, su identidad online puede verse comprometida, porque los avances en IA permiten riesgos graves de suplantación de identidad.
La creación y difusión de imágenes falsas no sólo pueden afectar al desarrollo de la personalidad de ese menor, también puede ocasionarle problemas si estas deep fakes se usan para acciones delictivas. Con la IA generativa se puede recrear la imagen adulta de un menor e incluso generar vídeos que resulten convincentes.
Responsabilidad
Para evitar estos peligros los padres y/o tutores legales de los pequeños deben garantizar los derechos digitales y preservar los datos personales de sus hijos e hijas. Al menos, hasta los 14 años que es cuando la Ley, en España, considera que ya pueden tener autonomía sobre su privacidad.
Cierto es que en una sociedad tan mediatizada como la nuestra es difícil salvaguardar la intimidad digital de los menores. A veces, ni siquiera son los padres quienes comparten imágenes, sino familiares o incluso centros educativos. De ahí que sea importante, que todo el mundo sea consciente de sus derechos para establecer límites que respeten la imagen de sus hijos y exigir, si fuera necesario, la retirada de contenido ejerciendo el derecho de supresión. Y, en el caso de compartir en redes sociales algunos momentos puntuales y recuerdos. Es aconsejable tener bien configurada la privacidad y las aplicaciones, y desactivar la opción de etiquetado.
Empezar a gestionar una identidad online ya viciada es complicado. Muchos de los adultos del futuro se van a encontrar con una huella difícil de borrar en redes . Y, quizá, algunos de ellos ni siquiera quieran estar expuestos en Internet. Por eso, es importante que los padres sean responsables y garanticen la privacidad de sus hijos. También en el medio online.