Las principales redes sociales han eliminado sus verificadores y moderadores de información. Un movimiento entre dos aguas muy revueltas: por un lado promueve la desinformación, el auge de fake news y ciertos problemas de seguridad. Por otro lado intenta huir de las medidas orwellianas de control de la verdad en lugar de pasar por los poderes democráticos de los Estados.  La consecuencia es que los jóvenes confían en lo que ven en las redes sociales. Y se convierten en “armas arrojadizas” de los grupos de cibercriminales.

El peligro de un internet sin moderación: desinformación y riesgos de seguridad

Meta ha sido la última en sumarse a la moda de la eliminación de los verificadores de información. Según parece, estas plataformas no quieren ser los árbitros de la verdad, y prefieren que sean los propios usuarios quienes ayuden al resto a no caer en bulos y fakes news a través de ‘notas comunitarias’. Una iniciativa, como poco, cuestionable pero que más allá del problema ético encuentra ciertos riesgos también en materia de seguridad.

En aras de una supuesta libertad de expresión, espacios como Facebook, Instagram o X se han convertido en auténticas selvas comunicativas en las que cualquiera puede publicar lo que le parezca sin atender a que ese contenido sea verídico o dañe a los demás. 

Jóvenes y desinformación: un blanco fácil en redes sociales

Y los usuarios carecen de herramientas para gestionar toda la información que se lanza a diario en estas redes. Menos aún los más jóvenes que, según el informe ‘Desinformación y discursos de odio en el entorno digital’, elaborado por Save the Children, son los más expuestos a los contenidos que vulneran de forma directa su derecho a una información veraz y segura. Los resultados de este análisis no dejan lugar a dudas: el 60% de los adolescentes utiliza las redes sociales como principal medio para informarse, al mismo nivel que la televisión y por delante de otros medios de comunicación como la prensa online (32%), la radio o la prensa en papel (9% y 5%, respectivamente). En cuanto a las RRSS y los creadores de contenido, un 16% de los adolescentes considera que son siempre una fuente fiable, y más de la mitad de la población de este rango de edad, concretamente el 51%, no sabría identificar siempre cuándo una noticia es falsa ni tampoco la contrasta. 

Los más vulnerables ante este escenario son los jóvenes, quienes no tienen herramientas suficientes para distinguir una fuente fiable de un contenido manipulado. Les estamos dejando solos en un ecosistema diseñado para enganchar, no para informar. Y sin mecanismos de verificación ni una mínima educación mediática, no solo estamos permitiendo que crezcan expuestos a contenidos que no solo deforman su visión del mundo, los estamos convirtiendo en parte del problema”, advierte Hervé Lambert, Global Consumer Operations Manager de Panda Security

Las consecuencias de la desinformación: más allá de la opinión pública

La proliferación de los bulos no es sólo un problema que impacte únicamente en la opinión pública, en su percepción de la realidad y en la dificultad para que los ciudadanos puedan desarrollar un pensamiento crítico. También puede suponer otras consecuencias que afectan a la seguridad.  El Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE) alerta de que las fakes news incitan la desinformación, la aparición de malentendidos y la toma de decisiones basadas en datos falsos; riesgos para la salud, porque pueden difundir información falsa sobre enfermedades, tratamientos y vacunas (ya lo vimos durante la pandemia del Covid19), que podría traer consecuencias graves para la salud pública; daños en la reputación online de algunas personas, empresas o instituciones; e infección por malware y robo de credenciales, porque puede crearse contenido con noticias falsas que engañen a las personas y las empujen a clicar en enlaces maliciosos o a descargar archivos que infecten sus dispositivos. 

No se trata de un problema aislado ni anecdótico. Según el Observatorio de la Ciberseguridad de Panda Security, la mitad de los españoles recibe noticias falsas con una frecuencia preocupante.

Mecanismos para la difusión de bulos y fakes news

Las noticias falsas y las conspiraciones siempre suelen ser más atractivas que la realidad. Y los ciberdelincuentes se valen de este tipo de contenido, que llama más la atención de los usuarios, para propagar malware y llegar a más gente. Seguro que todos recordamos cuando en 2014 los hackers utilizaron la desaparición del vuelo de Malaysian Airlines para mandar emails infectados con información falsa. Los ciberdelincuentes sabían que al ser un contenido de interés mundial, muchos usuarios abrirían ese correo. Sin preocuparse por su veracidad ni por su procedencia y cuando lo hacían infectaban sus sistemas con un troyano. 

Una fake news también podría convertirse en una estrategia para atacar a los usuarios mediante phishing, convirtiendo el clickbaiting en clickjacking cuando ese bulo se comparte de forma masiva en redes sociales. 

Los algoritmos de Facebook, Instagram o X, por citar algunas de las redes más conocidas, juegan un papel fundamental en la propagación de la desinformación, porque están diseñadas para captar la atención de los usuarios utilizando complejos algoritmos que analizan sus gustos para ofrecerles siempre el contenido que mejor se alinee con sus intereses y gustos. Algo que favorece la viralización de las fakes news. Y ahora que se han eliminado los verificadores de información, encuentran un campo fértil para su crecimiento. 

La falta de educación mediática, la creciente desconfianza en los medios de comunicación tradicionales y estos filtros burbuja que utilizan las redes sociales para personalizar el contenido por usuario favorecen que los bulos se difundan significativamente más rápido que la información verificada.  

¿Cómo reconocer los bulos?

Muchos críticos han llamado la atención sobre la eliminación de los verificadores de información por parte de las redes sociales, porque consideran que este hecho convertirá a los usuarios (si no se han convertido ya) en herramientas de difusión de información no verificada. De ahí que sea indispensable reconocer las fakes news para evitar ser parte del problema. 

La página del INCIBE recomienda fijarse bien en la anatomía de las noticias. Y desconfiar cuando éstas sólo busquen el clickbait con titulares morbosos o muy llamativos. Sospecha de las que estén ilustradas con imágenes de poca calidad o que directamente sean montajes. O que describan hechos inverosímiles o poco creíbles que a menudo no se concretan con fechas ni con datos. Desconfía en las que no aparezcan las fuentes o las referencias contrastables. Y que soliciten su reenvío insistiendo al lector para que comparta la información con todos sus contactos. 

Es ingenuo pensar que la lucha contra la desinformación puede dejarse únicamente en manos del usuario. Si no existe una cooperación real entre organismos públicos y empresas tecnológicas, estamos dejando que las redes sociales se conviertan en territorio sin ley, donde los bulos pueden difundirse sin freno, con consecuencias que van mucho más allá de la simple opinión pública. No se trata solo de libertad de expresión, sino de responsabilidad colectiva”, sentencia Hervé Lambert