En los momentos más graves de la historia, ha salido a la luz lo mejor y lo peor de la sociedad. La crisis del coronavirus no está siendo diferente. Ante el avance imparable de la enfermedad, millones de personas se han desvivido por ayudar a sus prójimos. Pero también se han multiplicado los ciberataques con ransomware a las pymes, las fake news y la generación de malware dirigido a robar a otros seres humanos que han sido víctimas de ERTES o del COVID-19.
Tanto los buenos como los malos han sacado el máximo provecho de su talento para afrontar la crisis. Sin embargo, hay una consecuencis de esta pandemia que la hace ser novedosa, porque muchas de las soluciones que se están proponiendo para combatirla podrían convertirse en graves amenazas para la sociedad.
Es el caso de las cientos de iniciativas digitales que se están desarrollando para hacer frente a la enfermedad. Muchas de ellas se basan en almacenar y analizar una ingente cantidad de datos personales y gestionarlos como Big Data. Su funcionalidad y su beneficio directo son claros: ayudan a contener la expansión del virus y a dar a los enfermos la asistencia sanitaria que necesitan.
Sin embargo, el hecho de que la información personal, sobre todo la que se refiere a la salud de las personas, esté en manos de gobiernos y se esté compartiendo en abierto entre distintos organismos públicos y privados, es un arma de doble filo que ya conocemos en dictaduras y en la ciencia ficción orwelliana.
Aun así, también la hemos visto usarse de forma diligente en otros países como Corea del Sur.
“El problema es que, tal y como está desarrollada gran parte de estas aplicaciones, se vulnera gravemente el derecho a la protección de la información privada de millones de personas. Aunque se trata de datos almacenados de forma desestructurada, es relativamente fácil monitorizar la vida de un individuo o de un colectivo social” advierte Hervé Lambert, Global Consumer Operations Manager de Panda Security.
Un consenso necesario entre empresas y estados
“Si no se legisla correctamente cuando toda esta situación acabe para que haya un consenso general sobre el uso de estos datos, podríamos estar asistiendo a una nueva era en la que los Estados lo sepan todo de sus ciudadanos”, añade Hervé Lambert.
Así se hizo en Corea del Sur durante el primer y casi inadvertido zarpazo del Coronavirus en Oriente durante 2012 y, justo por ello, es el país que mejor ha contenido la curva de contagios y de muertos por la enfermedad en 2020.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que en Occidente, la regulación siempre va más lenta que las necesidades reales del mercado y, como se está viendo en este caso, que lo que requiere la sociedad ante una crisis sanitaria de esta magnitud.
Por ello, el regulador no puede ni debe obstaculizar los avances tecnológicos que se están desarrollando para hacer frente al COVID-19. En este sentido, “es imperativo que, una vez haya terminado la crisis, las empresas privadas y también los organismos públicos nos sentemos para crear las bases de una alianza para gestionar los datos de las personas de forma sensata” añade el Consumer Operations Manager de Panda Security.
La Agencia Española de la Protección de Datos (AEPD) asegura en un comunicado que ya está “colaborando con las autoridades competentes facilitándoles criterios que permitan compatibilizar” la gestión de los datos de las personas para luchar contra la epidemia y, al mismo tiempo, minimizar el riesgo de que el Estado se convierta en un Gran Hermano que lo sabe todo de sus ciudadanos como en 1984 de George Orwell.
Para ello, hace falta altura de miras entre los Gobiernos europeos para que sepan seguir los pasos que ha dado Corea del Sur para atajar la crisis sanitaria. Sin embargo, no debemos pasar por alto el pensamiento surcoreano de “priorizar la seguridad de toda la sociedad” por encima del inalienable Derecho a la Privacidad.
¿Qué pasa con los datos de la infancia?
En otro orden de circunstancias, está toda la información que se está compartiendo sobre las empresas durante estas semanas de aislamiento. La falta de previsión y de medidas de ciberseguridad entre prácticamente toda la población y en la mayor parte de grandes, medianas y pequeñas empresas, hace que mucho de lo que estamos haciendo durante el confinamiento quede registrado en alguna ‘nube’ sin nuestro conocimiento.
Los Estados y las empresas tienen mucho que hacer y que decir a este respecto. “Pero, las personas, de forma individual, también debemos actuar de forma diligente. Al igual que no se nos ocurre desnudarnos con la ventana abierta frente a nuestros vecinos, tampoco se nos debería ocurrir acceder a nuestros datos bancarios o al servidor de nuestra empresa sin conectarnos a una red segura generada por una VPN”, apunta Hervé Lambert.
El caso de la falta de seguridad en el sector de la Educación es igual de flagrante. Los educadores, impulsados por su vocación de no dejar a nadie atrás están generando blogs, moodles y doodles a diestro y siniestro. Su intención es la nobleza de mantener la atención de sus estudiantes.
Sin embargo, es alarmante la cantidad de blogs y sitios web generados por escuelas y colegios que han surgido en estos días en los que la ciberseguridad brilla por su absoluta ausencia.
Ningún colegio debería tener en abierto los sistemas educativos que están compartiendo con los padres de sus estudiantes. Aunque parezca increíble, para un hacker con solo un poco de pericia es verdaderamente fácil localizar a un menor o a sus padres por medio de técnicas denominadas de ‘ingeniería social’.
Por ello, es de vital importancia que no solo eduquemos a nuestros hijos en la diligencia a la hora de conectarse al mundo a través de Internet. También tenemos que invertir en prevenir que estas situaciones vuelvan a darse entre nuestro profesorado, que es uno de los activos más importantes, si no el más, de los que dispone nuestra sociedad.
Como en todo, la virtud se encuentra en el término medio. Como decía Albert Einstein, “es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia”. Esperamos que una vez haya amainado la tormenta del coronavirus seamos capaces de alcanzar un consenso en el que la tecnología esté a la altura de nuestra sociedad.