El brote de coronavirus está alterando tanto la vida cotidiana de toda España que incluso se está empezando a barajar la posibilidad de aplazar las elecciones autonómicas en Galicia y el País Vasco.
De producirse este cambio en el calendario electoral, sería un hito en la historia de la democracia, pues nunca antes se había tenido que modificar la fecha de unos comicios como consecuencia de una enfermedad.
Sin embargo, desde que existe la Democracia en España hasta el día de hoy, ha habido tantos avances tecnológicos que los padres de la Constitución jamás imaginaron la posibilidad de celebrar unas elecciones de forma telemática.
Sin embargo, con los avances que se han producido con el desarrollo de blockchain ya sería posible contar con urnas inteligentes conectadas como una cadenas de bloques. Esta red de máquinas conectadas, está diseñada para evitar su modificación una vez que un dato ha sido publicado. Asimismo, esta tecnología permitiría usar un sellado de tiempo confiable (o trusted timestamping) y enlazando a un bloque anterior. De este modo, todos los votos se transmitirían de forma segura, independientemente de que hubieran sido emitidos en un colegio electoral o en un dispositivo personal.
Eso sí, antes de ello, sería imprescindible resolver dos grandes escollos. Uno sería el problema que supone la confirmación de que cada votante es quién dice ser, seguramente con sistemas de autenticación de doble o triple factor. Por otro lado, habría que resolver la forma de comprobar que cada ciudadano que vota, lo hace de forma libre y sin ningún tipo de coacción.
Si este tipo de tecnología se pusiese en funcionamiento, se reduciría en más de un 99% la posibilidad de la alteración de votos, pues para que unos ciberdelincuentes quisieran modificar un único sufragio, tendrían que modificar los resultados de todas y cada una de las máquinas conectadas a la cadena de bloques que supone blockchain.
Sin embargo, y aunque los comicios digitales puedan sonar a ciencia ficción, la realidad es que en Estonia, un país poco más de 1,3 millones de habitantes ya ha implantado un sistema de el e-voting. De hecho, en sus últimas elecciones parlamentarias, en marzo de 2017, la mitad de los votos se emitieron de forma electrónica.
No obstante, el desarrollo de unas elecciones de forma completamente digital, abre un debate no solo tecnológico, sino social y ético, pues aunque el e-voting tiene muchas ventajas, también podría tener muchas desventajas potenciales como un ciberataque a gran escala.
“Si queremos contar con procesos de voto electrónico en la mayoría de países desarrollados, hay dos ingredientes que se vuelven imprescindibles: privacidad y ciberseguridad”, advierte Hervé Lambert, Global Consumer Operations Manager de Panda Security.
Por un lado, sería imprescindible asegurar a los ciudadanos que su voto será anónimo de una forma end-to-end, pero que, además, él mismo y solo él mismo, podrá comprobar la trazabilidad y autenticidad de su voto.
Por otro lado, el problema más complejo es confirmar que las administraciones públicas que implanten el e-voting cuentan con las las herramientas adecuadas- como Panda Adaptive Defense– para proteger su propia ciberseguridad institucional. “Si esta ciberseguridad tiene posibles frentes de ataque, el voto electrónico difícilmente saldrá adelante” sentencia Hervé Lambert.
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Creo que esto debería ser así de ahora en adelante.