Gobiernos de todo el mundo están recurriendo a la tecnología y los dispositivos móviles en la lucha contra la pandemia: desde aplicaciones de rastreo de contactos hasta el análisis de los datos de geolocalización para evaluar el cumplimiento de los confinamientos. En la mayoría de países se trata de la primera vez que se despliegan a gran escala iniciativas de este tipo, todo ello en una carrera contrarreloj, lo que a su vez está provocando numerosos debates en torno a la seguridad, la proporcionalidad y la privacidad.
Europa ha conseguido evitar la mayoría de estas dudas adoptando el Decentralized Privacy-Preserving Proximity Tracing project (DP3T), un sistema de señalización que utiliza Bluetooth para emitir continuamente cadenas de caracteres aleatorios e identificar cada terminal, imposibles de descifrar por terceras personas. Creada por ingenieros de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (Suiza), todas las señales enviadas por él, así como las recibidas de teléfonos cercanos, se almacenan en los dispositivos de los usuarios durante un máximo de 14 días. Si a un usuario se le diagnostica la Covid-19, sus secuencias de caracteres únicos se añadirán a una lista del servicio de salud, que los teléfonos de otros usuarios comprobarán regularmente para ver si reconoce a alguno de ellos. Y si se encuentra una coincidencia que indique que un usuario estuvo cerca de un paciente con Covid-19 el tiempo suficiente para arriesgarse a una infección, la aplicación mostrará una alerta, pidiendo al usuario que se aísle hasta que pueda hacerse la prueba.
El equipo del DP3T ha trabajado para asegurar que incluso si un hacker pudiera interceptar los datos de la señal -que se almacenarán sólo en los teléfonos inteligentes de los usuarios, en lugar de en un servidor centralizado- sería una información inútil. Apple y Google anunciaron en primavera una colaboración para desarrollar un conjunto de interfaces de programación de aplicaciones (API) compatible con el rastreo de contactos vía DP3T. Es el caso de RadarCOVID, la aplicación que ha desarrollado Indra para el gobierno español y que se está desplegando en las comunidades autónomas a lo largo de este mes de septiembre.
Amenazas contra la privacidad
Pero en otros países las medidas desplegadas frente a la pandemia han sido menos respetuosas con la privacidad y más precipitadas. En mayo, Amnistía Internacional señaló importantes fallos de seguridad con la aplicación obligatoria de alerta de exposición a virus en Qatar, lo que llevó al gobierno a publicar rápidamente una actualización. En abril, el New York Times descubrió que una app gubernamental similar en la India, descargada más de 77 millones de veces, podía filtrar la ubicación exacta de los usuarios. Varios expertos en seguridad coinciden que muchas de las aplicaciones de rastreo de virus utilizadas por los gobiernos carecen de la seguridad adecuada, al no haber podido ser testadas durante suficiente tiempo, fáciles de atacar por piratas informáticos.
Los epidemiólogos creen que las aplicaciones de control de virus pueden ser útiles como adiciones a los esfuerzos de salud pública. Sin embargo, en países con gobiernos menos sensibles a las libertades se corre el riesgo de incurrir en medidas difíciles de justificar. Recientemente Singapur ha comenzado a realizar pruebas piloto de una tecnología de rastreo de virus más intrusiva, en la que pide a grupos de trabajadores migrantes que lleven pulseras con tecnología Bluetooth para monitorizar su ubicación y la proximidad entre sí. El objetivo es disuadir a los trabajadores infectados con el virus que están en cuarentena en dormitorios especiales de visitar a sus colegas más sanos.