Seis de de cada diez menores de dieciocho años hace un uso problemático de su smartphone; uno de cada siete ha enviando contenido sexual y uno de cada cuatro lo ha recibido. Además, el siete por ciento de los estudiantes españoles es ahora mismo víctima de ciberacoso.
Por si fuera poco, contar con un móvil de última generación se ha convertido en una de las mayores prioridades en las sociedades desarrolladas, hasta el punto que está incluso mal visto tener un móvil con más de dos o tres años de antigüedad. Sin embargo, la tecnología más básica que opera en los teléfonos, la tarjeta SIM, es algo que ha evolucionado a un ritmo infinitamente menor que los dispositivos que las almacenan.
Al dedicarse menos recursos de investigación y desarrollo a estos chips que conectan los smartphones, tablets e incluso coches con la red de telefonía e internet, las tarjetas SIM son mucho más vulnerables a los ciberataques. Es el caso del ‘Simjacking’, una vulnerabilidad que está patente en más de mil millones de teléfonos móviles en todo el mundo y que permite geolocalizar a los dueños de esos aparatos en todo momento.
Pero no hace falta que unos ciberdelincuentes ‘se cuelen’ en un teléfono móvil para saber dónde está un niño. La inmensa mayoría de las aplicaciones que tiene un adulto en su móvil geolocaliza su posición en tiempo real. Se trata de una práctica tan extendida que casi nadie es consciente de ello, a no ser que suponga un desgaste excesivo de la batería. De hecho, desde hace años, buena parte de los desarrolladores hacen que sus apps solo informen de la ubicación de sus usuarios cuando las están usando. No obstante, esta práctica se debe más al riesgo de estar monitorizado las 24 horas del día que al hecho de que dure más o menos la vida útil del dispositivo.
1 – Si eliges otras alternativas, pueden quedar expuestos
Si nos fijamos en dispositivos caseros, como los juguetes de los niños con conexión a Internet, ocurre completamente lo contrario. La gran mayoría de gadgets infantiles recopilan datos sobre los niños para que los juegos puedan ser interactivos. Es decir, el juguete ‘conoce’ los horarios, los gustos, y la localización de su casa. Es más, incluso puede tener fotos de su casa o información sensible sobre sus padres, en caso de que hayan conectado su cuenta de Facebook para registrarse como usuarios.
Este tipo de dispositivos, como los relojes infantiles inteligentes, tienen incluso la capacidad de realizar llamadas de emergencia si se enlazan con el teléfono móvil de sus padres. “Esto, que a priori puede parecer una virtud, es un potencial riesgo para la privacidad del niño, ya que, si el móvil del padre no cuenta con un software de seguridad, su teléfono puede estar sirviendo de indicador de dónde está su hijo para un ciberdelincuente con malas intenciones”, destaca Hervé Lambert, Global Consumer Operations Manager de Panda Security.
Sin ir más lejos, el regalo de moda en 2019 ha sido un reloj con GPS para niños que permite que sus padres les tengan localizados en todo momento e incluso puedan escuchar sus conversaciones mientras lo llevan puesto.
Poco después de su salida al mercado, Alemania los prohibió porque vulnera una ley que impide que se graben conversaciones sin consentimiento en este país. De hecho, se hizo público que algunos padres habían utilizado los relojes para escuchar a los profesores de sus hijos cuando estaban en clase.
2 – Mediante sistemas seguros, protege su privacidad
El dilema sobre la legitimidad de monitorización de los niños, no obstante, sería mucho más fácil de atajar si los padres que quieren controlar la vida digital y, a su vez la real, pusiera n a su disposición teléfonos móviles con sistemas de control parental.
No hace falta vulnerar la privacidad de los menores, ni mucho menos de quienes los rodean, con un reloj de moda, ni estar diciéndole a todo Internet dónde están tus hijos y su nuevo juguete inteligente. Existen apps de control parental que permiten bloquear las aplicaciones con las que los niños se conectan a Internet de forma segura.
Asimismo, “este tipo de aplicaciones son una solución a uno de los principales problemas a los que se enfrenta la mayoría de las familias con niños en la actualidad: el mal uso y los riesgos que entraña vivir en una sociedad hiperconectada”, añade Hervé Lambert.
3 – Puedes evitar peligros de adicción al móvil
Por ello, contando con aplicaciones de control parental, los padres pueden conocer los hábitos de uso de sus hijos con sus teléfonos móviles. Por medio de su tecnología, pueden saber qué aplicaciones usan, a qué redes sociales acceden o cuánto tiempo pasan en cada una de ellas; obteniendo alertas si hacen un uso adictivo de sus móviles.
En este sentido, si los niños muestran un uso excesivo de sus dispositivos, al instalar una función de restricción de tiempo diario por aplicaciones, también se limita el acceso a alguna de ellas para evitar distracciones en el colegio o durante el tiempo que se pasa en familia.
En definitiva, tener el control de nuestros hijos en internet acaba siendo tan importante como hacerlo en la realidad, y más aún en una realidad cada vez más hiperconectada. Por ello es crucial saber elegir bien las herramientas para este cometido. Existe una enorme diferencia entre elegir un buen control parental u otra alternativa de dudosa legitimidad, que a su vez pueda poner en riesgo a nuestros seres queridos.